Del riesgo a la resiliencia: el valor de actuar frente al cambio climático

NATALIA FLÓREZ

23 octubre 2025

5 min. lectura

Artículos

La crisis climática ya no es un horizonte lejano, sino una realidad que atraviesa nuestras sociedades, economías y patrimonio natural. Cada 24 de octubre, el Día Internacional contra el Cambio Climático nos invita a reconocer esa interdependencia y la necesidad de actuar desde todos los ámbitos. La capacidad de respuesta y adaptación a este nuevo escenario es hoy, más que nunca, un factor decisivo para garantizar el desarrollo socioeconómico y la resiliencia de las comunidades. Lejos de ser un asunto exclusivamente ambiental, sus efectos profundizan las desigualdades sociales, deterioran la salud y el bienestar, y condicionan la sostenibilidad de los medios de subsistencia y la competitividad de los mercados. Episodios recientes, como las lluvias torrenciales de la Dana o los incendios forestales registrados este verano en toda la península ibérica, evidencian cómo los fenómenos climáticos extremos se traducen en pérdidas tangibles: desde el aumento de los costes operativos hasta el impacto directo sobre comunidades enteras. En este contexto, actuar frente al cambio climático no es solo una responsabilidad ética y colectiva, sino también una decisión estratégica. Supone adoptar una visión transversal que permita anticipar y gestionar riesgos humanos, sociales y económicos, reducir costes de gestión y reparación de impactos, y abrir nuevas oportunidades de desarrollo.

La doble vulnerabilidad de las empresas españolas a la crisis climática

España se encuentra entre las economías europeas más expuestas a los efectos del cambio climático. Su latitud, orografía y variabilidad climática provocan una distribución desigual de los recursos hídricos y un riesgo creciente de desertificación y pérdida de suelos. Estas condiciones no solo afectan a los ecosistemas, sino que amplifican las brechas sociales entre territorios. Esta vulnerabilidad se enmarca en una tendencia global cada vez más preocupante: la Organización Meteorológica Mundial advierte de un 70 % de probabilidad de que el calentamiento medio global supere los 1,5 °C en los próximos cinco años. De cumplirse este escenario, las proyecciones de la Agencia Europea de Medioambiente en su informe Europe’s Environment 2025 cobrarían aún mayor relevancia, ya que las pérdidas económicas derivadas del calentamiento global podrían alcanzar en Europa hasta el 1,38 % del PIB anual con un aumento de 3 °C, superando el 2,5 % en las regiones del sur, donde se encuentra España.

Sin embargo, la vulnerabilidad de la economía española no se explica solo por su geografía, sino también por la propia estructura productiva. El reciente informe de la Oficina Española de Cambio Climático sobre riesgos climáticos identifica entre los sectores más expuestos al turismo, que representa más del 13 % del PIB nacional, y a la agricultura, en torno al 2,5 %, dos pilares que sostienen tanto el empleo como la vida de miles de comunidades locales. En el caso del turismo, los recursos naturales y las condiciones climáticas determinan la viabilidad de los destinos, especialmente en regiones costeras. En la agricultura, el aumento de las temperaturas y la escasez de agua afectan directamente a la productividad y estabilidad de las cosechas. A ello se suma un tejido empresarial compuesto mayoritariamente por pymes, con menor capacidad financiera y técnica para anticipar riesgos o invertir en soluciones de adaptación.

En este contexto, la transición hacia una economía baja en carbono debe ser también una transición justa, capaz de proteger a las personas y de ofrecer seguridad tanto a los trabajadores como a la prosperidad de las empresas que los emplean. La OCDE ya advirtió en sus Perspectivas de Empleo 2024 que los trabajadores desplazados desde actividades con altas emisiones hacia otras descarbonizadas podrían sufrir pérdidas de ingresos superiores al promedio, lo que evidencia la necesidad de políticas y estrategias empresariales que integren sostenibilidad ambiental, justicia social y competitividad.

Oportunidades de la transición hacia un modelo descarbonizado

La relación entre economía y medio ambiente no es unidireccional, sino recíproca: la actividad económica también puede desempeñar un papel decisivo en la respuesta a los retos ambientales. La responsabilidad de esta transformación se está diversificando, y las empresas, junto con los gobiernos locales y la sociedad civil, asumen un papel cada vez más protagonista en la transición hacia un modelo descarbonizado. Este nuevo impulso está abriendo un ciclo de inversión en energías limpias e infraestructuras resilientes, y demuestra que la lucha contra el cambio climático no implica un límite al crecimiento, sino una oportunidad para innovar, generar empleo y fortalecer la competitividad del país.

En esta transformación, algunos sectores adquieren un papel especialmente relevante. Los fenómenos climáticos extremos, cada vez más frecuentes e intensos, evidencian el nuevo contexto de exposición en el que operan las empresas. Entre 2017 y 2022, el 86 % de los siniestros tramitados por el Consorcio de Compensación de Seguros se debieron a inundaciones y tempestades atípicas. En este escenario, el sector asegurador actúa como radar y motor de adaptación: su capacidad para identificar y evaluar riesgos orienta capital hacia soluciones que reducen pérdidas y fortalecen la capacidad de respuesta. Integrar la prevención y el desarrollo de productos innovadores se perfila como una vía clave para reforzar la resiliencia empresarial.

La transición hacia una economía descarbonizada requiere también una coordinación estrecha con el sector financiero. Solo mediante esta colaboración será posible movilizar la inversión masiva que demanda la descarbonización, la seguridad y la asequibilidad, tal como se destacó durante la Semana del Clima de Nueva York. En este esfuerzo conjunto, los bancos pueden facilitar el acceso a financiación sostenible e impulsar modelos innovadores como las finanzas mixtas y la inversión en capital natural. El reto pasa por medir con mayor precisión los impactos ambientales de las inversiones, un desafío que exige visión a largo plazo y metodologías más estandarizadas entre los distintos ámbitos económicos. Una cooperación más fluida entre actores permitirá fortalecer alianzas, mejorar la transparencia con los grupos de interés y canalizar el capital hacia proyectos que generen valor económico y ambiental.

Reconocer el valor del capital natural

En el Día Internacional contra el Cambio Climático, se subraya la necesidad de atender al contexto actual y comprender el impacto que nuestra relación con la naturaleza tiene sobre la estabilidad de nuestras vidas, economías y entornos. El bienestar de las personas y la prosperidad de los territorios dependen, en última instancia, de la salud de los ecosistemas. Reconocer el valor del capital natural resulta imprescindible para garantizar la prosperidad futura: los sistemas que regulan el clima, proveen agua o sustentan la producción son también infraestructuras esenciales para el desarrollo, la competitividad y la seguridad colectiva. Avanzar hacia este modelo implica incorporar la gestión del riesgo climático en la planificación empresarial y fomentar una cooperación más estrecha entre los distintos actores económicos y sociales. Requiere unir prevención e innovación, con foco en los riesgos emergentes, para impulsar transformaciones reales y duraderas.

Desde CANVAS Estrategias Sostenibles, creemos en el potencial transformador del sector privado y trabajamos junto a las organizaciones para ayudarlas a desarrollar una mirada estratégica que impulse decisiones responsables y genere valor compartido, contribuyendo a un tejido empresarial en el que progreso y resiliencia avancen de la mano.

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NATALIA FLÓREZ
Consultora en Sostenibilidad & ESG

Natalia forma parte del equipo de consultoría de CANVAS, donde participa en proyectos que incluyen estudios de doble materialidad, diseño...

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